miércoles, 20 de mayo de 2009

Maldita realidad.

"A veces sueño que vivo en la realidad. Luego me despierto y aun estoy dormido. A veces siento que siento más que de costumbre, luego me despierto y sigo dormido. A veces se me caen los sueños al suelo y se hacen pedacitos de espejos que me reflejan con mil caras. A veces se me cae la cara de vergüenza por mis sueños y entonces... Entonces ya no sueño más. Ya no sueño nada."


Era tan pequeño que no podía saber lo que se sentía con un beso en los labios. Pero sabía lo que significaba y, probablemente, lo había idealizado. Como todos. Sin embargo, algo cambio aquella noche. Puede que la acabase de ver en la televisión o quizás pasó fugaz ante sus ojos durante una décima de segundo en Dios sabe dónde. Lo más seguro es que la niña con la que soñó no haya existido jamás. Como casi todos los ideales.

El niño, enamorado y curioso, acercó sus labios a los de aquella niña tan familiar y misteriosa a un tiempo. Ella le correspondió y todo su onírico alrededor se detuvo. Al igual que pasaba en las películas, una grúa de cámara imaginaria le permitió ver el beso desde fuera y girar sobre los dos pequeños cuerpos, detenidos para siempre en algo que jamás sucedió. Entonces el niño soñaba como lo hacen los niños; creyendo en los sueños. Por aquella época, no tenía ninguna necesidad de distinguir la realidad de la imaginación, porque, al fin y al cabo, la realidad también parecía imaginación. En consecuencia, para él, el beso y todo cuanto sucedió después fue enteramente real. Quizás había ocurrido en otra parte o en otro momento, pero no cabía duda de que había sido verdad.

El niño despertó convencido de lo vivido y decidió buscar a la niña entre todas las caras anónimas y veloces de la calle. Iba cogido de la mano de su madre, que lo arrastraba impetuosa entre el fluir de gente. A veces bajaba la mirada y veía centenares de pies sobre los desconchados del pavimento, pero luego se centraba en su tarea: encontrar a la niña que le había robado el corazón. Llegó la noche y con ella la esperanza de los sueños. Seguramente, cuando se durmiese, se despertaría en ese otro mundo donde todo gira a voluntad de la pasión y donde la razón no es un factor muy a tener en cuenta.

Así fue, la vio una vez más y, luego, otra vez. Sin embargo, un día dejó de aparecer y al niño sólo le quedó su cara grabada en la memoria. La cara de su primer beso. Debía encontrarla, sino sus sueños carecerían de sentido. Lo que el niño no sabía es que los sueños siempre carecen de sentido conforme uno se hace mayor.

Él no desistió. La persiguió por cada acera de su ciudad. Pero la cara se fue haciendo borrosa y los rasgos se tiñeron de una niebla que se confunde con el tiempo y que es la pérdida de la ilusión. El niño olvidó la cara de los labios que lo besaron por primera vez. Olvidó su primer sueño y, con él, olvidó la realidad de la ficción. Puede que alguna vez pensase que, tal vez, aquella niña también lo buscaba a él y que sólo podían verse en sueños, pero lo dejó pasar. No olvidó el beso, no olvidó la sensación, no olvidó el amor, pero lo invalidó al no creer en la certeza que antes defendía. Al fin y al cabo sólo fue un sueño.

Por supuesto que la historia continuó y el niño creció feliz, pero jamás podrá olvidar que le queda una cara por encontrar. Tal vez no sea razonable, pero ¿qué sueño lo es? La ventaja de los niños es que no son conscientes. Para ellos la realidad y los sueños se entrelazan y la frase de "no se si lo he vivido o lo he soñado" resulta una aclaración estúpida. Si lo has soñado, lo has vivido ¿no?

Cuando alguien piensa de una forma inadecuada a la realidad, se dice que es un soñador. Suele ser despectivo. Algo así como: "déjalo, no sabe lo que dice". Sin embargo, los soñadores son los que ven la realidad desde los dos ángulos: el de todo el mundo y el de su mundo particular. Son creadores de sensaciones. Personas capaces de vivir sus sueños como ciertos, aunque no se sustenten en reglas físicas. Son escritores, pintores, poetas, artistas y todas esas cosas que cualquier persona es a lo largo de su vida y luego olvida. Los raptos de genialidad son como los de locura, pero sin el matiz egoísta.

Las personas que sueñan irrealidades ciertas son capaces de contarlas como realidades ficticias. Y ahí está la magia; acercar los sueños como verdad a aquellos que los ven como mentiras. Ellos los vivirán un momento, los experimentarán y luego cerrarán el libro, saldrán del cine, del teatro o de la exposición y volverán a perder los sueños. Se ven obligados a vivir los sueños de otro, sin poder tocarlos, porque ya no tienen sueños propios. Porque, como aquel niño, ya no están enamorados de un sueño. Maldita realidad.

1 comentario:

  1. La línea, infinita, es todo lo que sigue al punto inicial. El mundo, entero, es posible. Hasta quien eres en sueños.

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