miércoles, 16 de febrero de 2011

Sin clase (política).

A la clase política se le presuponen unos adjetivos bastante sonrojantes. Si ustedes no tienen otra cosa que hacer, pueden preguntar por la calle a los ciudadanos de uno y otro color político. Ambos les dirán que los contrarios a sus preferencias son unos auténticos canallas. Si gustan de este tipo de experimentos y quieren profundizar –el masoquismo es libre-, pueden darles pie a que sigan con los calificativos. Entonces llegará la lista de chorizos, mangantes, corruptos, puteros, etc. Si me permiten elegir, prefiero la definición que escuché a una señora hace poco en la panadería: “Los políticos son como los funcionarios, pero sin oposición”.

El problema no es que los políticos sean impresentables, el problema es que sean políticos. Si Platón resucitase, quemaría “La república” y se replantearía aquello del gobierno de los más sabios. Los filósofos están dando clase a energúmenos indolentes en los institutos, no en el poder de ninguna nación. Será por eso que “utopía” también es de origen griego.

Lo grave del asunto es que a los políticos los eligen los ciudadanos. Esto es así. Y, si es usted un cínico, puede decirme, “¿Qué voy a hacer si sólo se presentan sinvergüenzas?”. No le faltará razón. Pero, así las cosas, todavía podrá decidir no votar al sinvergüenza de turno. Es decir, no dar apoyo suficiente a cualquier inconsciente para que haga lo que Aznar en su segunda legislatura. Hagámosles difícil gobernar. Obliguémosles a pactar, a entenderse a la fuerza. Y, si no son capaces, ya llegarán otros.

No podemos votar para que no gane el contrario. Esto no es fútbol, ni religión. La política no es cuestión de exaltados ni de fé. Es cuestión de sentido común. O por lo menos debería de serlo. Así pues, tenemos cierto poder y debemos utilizarlo. Debemos mostrar nuestro descontento, no dar por hecho que nos gobierna una panda de maleantes y decir “es lo que hay”. Si lo dejamos así, es lo que habrá. Lo queramos o no, nos lo habremos ganado nosotros. Estarán legitimados por nuestros votos.

Por eso, cuando veo a Berlusconi en las portadas y sobre su foto leo: “Prostitución de menores y cohecho”, no puedo dejar de asombrarme. ¿Cómo ha podido mantenerse tanto tiempo en el poder? Y la respuesta me asusta: “porque le han votado”. Y seguirán votándole.

Todo esto da qué pensar. A lo mejor quienes le votan quieren ser como él. Es posible que quieran acostarse con menores y mentir como bellacos. Puede que sus votantes entiendan que eso es vivir a lo grande. Tal vez esa sea su imagen del triunfo. Una vez más, los políticos no tienen la culpa.

Aquí, en España, de momento somos menos festivos. Tan sólo sale Camps de vez en cuando, a decir que se queda, que le mola su vida y que no se avergüenza de nada. Sabe que volverá a ganar con holgura. Porque estar imputado y presidir un territorio parece compatible –y hasta conveniente- desde hace un tiempo. Nos hemos acostumbrado a una clase política que no se avergüenza de sí misma, pero de la que deberíamos avergonzarnos todos los ciudadanos.

1 comentario:

  1. Cuando pactan es todavía peor porque acaban dándoles todo lo que piden a los que les han apoyado, sea lo que sea, a costa de quien sea.

    Crisss

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