Dejar la vida en manos de la casualidad tiene algo de romántico y de tonto a partes iguales. Hay quien dice que son conceptos inseparables, aunque haya personas románticas inteligentísimas. No obstante, en esos extraños casos –extraños por la falta de inteligencia generalizada-, el romanticismo viene de un amor que, una vez pasado por el tamiz de la intelectualidad, nos parece más razonable, menos casual. Supongo que es una manera de convencernos de nuestro control sobre la situación.
Hace unos meses le confesé a un amigo mi condición de persona enamorada casi por determinismo histórico. Se quedó callado, bajó la mirada y dio una calada lenta y densa a su cigarrillo. Yo bebí con desgana un sorbo de mi gin-tonic para acompañar la reflexión y nuestras miradas se cruzaron a la vez. El humo del tabaco se deshacía en jirones blanquecinos, al tiempo que sus grandes ojos oscuros lo atravesaban con gravedad. “No te preocupes, se te pasará”. Yo intenté convencerlo de lo maravilloso de la situación, de la felicidad que me proporcionaba semejante estado de ánimo. “El amor podría considerarse enajenación mental transitoria”.
Aquello fue demasiado para mi almibarada visión del mundo. Le invité a callarse y a morirse de envidia y me entregué a rumiar razones de por qué mi romanticismo estaba plenamente justificado. Me dije que la casualidad no manejaba mi vida, que tenía que existir algo más. De improviso, me vi a mí mismo –adalid del escepticismo- buscando razones irracionales. Bien saben ustedes, queridos lectores, que vivo de contradicciones, que me encantan, pero también vivo de incertidumbre, de indeterminación. De libertad, en definitiva. No me gusta estar supeditado a los intereses de un ente sobrenatural que condicione mi vida, por muchas razones irracionales que me aporte.
Mi amigo se debió dar cuenta de que intercalaba cada vez menos palabras entre sorbo y sorbo. Los hielos ya tintineaban y la corteza de limón asomaba entre las burbujas de la tónica. Yo miraba el fondo del vaso y los hielos menguados como quien busca el sentido de la vida en los posos del café –más determinación y futuro escrito-. “Ahí no vas a encontrar nada que no hayas visto ya”. “Lo sé, tienes razón, pero me fastidia que mi vida sea fruto de la casualidad, que el amor lo sea”. Mi amigo se limitó a sonreír y a reírse de mi condición de ateo y descreído practicante.
“¿Quieres quedarte más tranquilo?” Obviamente le contesté que sí, que por favor. “¿No es lo que has estado buscando toda la vida? Pues ahí lo tienes, lo has encontrado porque lo buscabas, la casualidad también nace del empeño. Se pueden propiciar las casualidades”. Vale, lo reconozco, me tranquilizó en el momento, pero ahora he vuelto a mi ser escéptico habitual y el Karma empieza a sonarme a Carmen en Catalán –festival del humor-.
El caso es que me gusta que mi realidad sea fruto de una casualidad, de una gran carambola interplaneraria, y aun más: me gusta entregarme con todo mi ser a los brazos de las casualidades. Y lo hago con todo el romanticismo y toda la tontuna del mundo. Porque el romanticismo, en este caso, no es más que la expresión intelectual de una ilusión que escapa a nuestra razón. Y la tontuna, en este caso, no es más que la inteligencia de aprovechar la casualidad sin pretender justificarla. Vivir sin pensar en respirar y respirar sin pensar en vivir.
Me ha gustado mucho, Nacho...Yo también tengo mis comeduras de cabeza con el tema del azar, las casualidades y demás...De hecho, uno de mis escritores preferidos es Paul Auster, que algo habla del tema...
ResponderEliminarMmmm, yo siempre pienso que las casualidades son las consecuencias de todas las mini elecciones inconscientes que hacemos; luego pierden el tinte mágico del azar...
ResponderEliminarEs decir, no puedes controlar las casualidades porque no puedes controlar todas las mini elecciones diarias de cada persona, y si se cruzarán con las de una segunda persona más o con las de una tercera...
Pero puedes propiciar algunas casualidades como decía tu amigo, siendo consciente de tus mini elecciones y colocándote en el sitio adecuado :)
está graciosillo y todo! Cambiante humor...
ResponderEliminarCrisss
Lorena, muchas gracias por pasarte y escribir. A mí me encanta vivir en la indeterminación, me quedo mucho más tranquilo. Y, sí, Paul Auster es un buen referente para casi todo.
ResponderEliminarRune, gracias por seguirme y comentar. Hay un artículo en este blog -me encanta autocitarme, cosas del ego- que se titula "Realidad en potencia" y que habla de todas las mini-elecciones y los posibles futuros que vamos descartando sin apercibirnos. Si te interesa, échale un vistazo y me cuentas.
Cris, siempre una alegría saber de ti. Mi humor es casi tan insoportable como mi propia persona.