Una vez creí en los políticos. Era pequeño e inocente, casi cándido diría yo. No esperaba tampoco mucho, simplemente que hicieran su trabajo. Tal vez, hasta hace bien poco, no me había preguntado cuál era el trabajo de un político. No es que lo haya descubierto, pero lo piense como lo piense, siempre aparecen dos palabras: “servicio” e “ideales”. Será por mi pasado cándido, pero el servicio a la sociedad y actuar conforme a unos ideales me siguen pareciendo dos buenos principios para definir la política. Claro, que eso debe de ser en alguna utopía que sólo funciona sobre el papel –como tantas-, siempre que no haya que ponerla en práctica. Siempre que no tenga nada que ver con la humanidad.
Siguiendo con la puesta en orden de mis conceptos políticos, “Dictador” es algo malo. Eso me enseñaron en casa, en el colegio, en el instituto… Luego, en la universidad aprendí que el dictador sólo es malo si se opone a las pretensiones de los países ricos. Si, por el contrario es más fácil negociar con él, el dictador se convierte en bueno. Por aquel entonces, mientras estudiaba periodismo, me rebelaba contra este mundo imperialista y pensaba en la información como el instrumento para luchar contra las injusticias –así, en general-. De acuerdo, era casi más cándido que cuando creía en los políticos.
De nada sirve la información. No creo en wikileaks ni en los medios habituales. Y no porque no confíe en el buen hacer de los compañeros de profesión. Admiro su vocación y su entrega y admiro sobre todo a quienes siguen pensando como yo pensé. Es la única manera de cambiar el mundo. Es sólo que la información es un negocio como otro cualquiera –por mucho que se negocie con un derecho fundamental- y obedece a intereses empresariales y políticos. Es más, la información llegará a ser el arma más poderosa, la única capaz de funcionar a nivel internacional con la inmediatez de un “clic”.
Cuando se identifique a un medio como tendencioso, se creará otro bajo la sombra de una nueva organización. Cuando esa organización se descubra, se comprará otro medio para cambiar progresivamente la línea editorial. Y, cuando nada de eso funcione, funcionará wikileaks, que es aun más peligroso. Funcionarán los twitters, funcionará You Tube. Se disfrazará la información de amateur. Se dirá que las imágenes llegan de la gente que las graba y las sube a la red, como si eso fuera garantía de veracidad. Se apelará al realismo, se ocultarán los intereses bajo la apariencia de lo verdadero. Se confundirá lo real con la verdad y el juego será el mismo. Si acaso, más efectivo, por efectista, y más peligroso. Porque es más fácil empatizar con un ciudadano anónimo que con un medio, al que se presupone una orientación y unos intereses determinados.
Y es que últimamente se tiende a la información en bruto. Es más sencillo comerciar con ella. No requiere la elaboración de un profesional, resulta más creíble y, además, parece libre de ideologías y sucios intereses políticos o económicos. En las recientes revueltas árabes, los políticos juegan con ese tipo de información. Saben de su fuerza y de su utilidad. Ya no necesitan comprar ningún medio de información, eso es muy caro y, a veces, encuentras a personas que no se dejan comprar. Ahora pueden fabricarla ellos mismos con un móvil y un ordenador con acceso a internet. Y encima parecerá que llega del pueblo, cuando en realidad llega de quien quiere gobernarlo.
De ahora en adelante, no sólo tendremos que valorar la objetividad de un medio, sino que nos veremos en la disyuntiva de decidir qué información en bruto es cierta y cuál pertenece a un determinado movimiento. Eso es casi imposible. Es cierto que internet es un pilar de la libertad de expresión y del derecho a la información, pero los que tratan de eliminar esos derechos son los primeros en utilizarlos. Todo lo que nos llega entre pixeles y sonidos estridentes parece la realidad. Y eso es algo que sólo la ficción ha conseguido. Da qué pensar.
Genial!
ResponderEliminarCrisss
Mil gracias, Cris. Me alegra leerte de nuevo.
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