martes, 10 de noviembre de 2009

Che, qué cosas.

Hace unos días excedí por mucho mi dosis indispensable de un café al día. Ese maravilloso momento de placer cafetero que sucede a la comida y mezcla su aroma con el sol de la sobremesa se repitió dos veces más durante la tarde. Ello me llevó a un estado de euforia considerable que se prolongó más de lo deseado. Así que, tras pasarme toda la tarde y parte de la noche pataleando y tamborileando con los dedos sobre la mesa, el mando a distancia, un vaso, el sofá, etc., deseché la posibilidad de dormirme a una hora decente. Y encendí la televisión.

En vista de que los canales habituales ofrecían una programación deplorable –concursos para timar televidentes insomnes-, me aventuré en la jungla de la TDT. Yo soy nuevo en estas lides. Apenas llevo tres semanas con el decodificador y, en consecuencia, el atractivo de lo desconocido fue bien acogido por mi cafeínico ánimo. Pasé cadena tras cadena, sin enredarme con ninguna, hasta llegar a una en donde un señor rapado y agresivo te ponía prácticamente de tonto si decidías no comprar su producto: El último grito en “alargadores de pene por tracción”.

A mí sólo de escuchar el nombre se me pusieron los pelos de punta. Mis nociones de física son muy básicas y, al escuchar la palabra “tracción”, se me vino a la cabeza un todoterreno enorme “ayudando” al interesando con su complejo genital. Sí, tal vez sea una imagen, digamos, potente. Pero la realidad tampoco era mucho mejor, pues entre las maravillas del producto se destacaba su capacidad para traccionar hasta dos mil gramos, con el consiguiente acortamiento del tratamiento y alargamiento del objetivo.

El caso es que ya había visto otro anuncio similar, en el que una simpática señorita afirmaba sonriente: “Yo no sé a otras, pero a mí me gustan grandes”. Pero en este vi algo que me fascinó y me hizo atragantarme de risa. (Sé que a estas alturas la frivolidad del presente artículo parece demasiada hasta para mí, pero permítanme seguir, que todo esto lleva a una reflexión interesante). En este anuncio también tenemos una simpática señorita. Pero con más texto. Y sin desperdicio:

-¿Qué por qué un hombre debe agrandar su pene? Yo le daría la vuelta y diría “¿por qué no?”. Ya está visto que nosotras, para estar mejor, agrandamos nuestros pechos, nuestros labios, y a todo el mundo le parece bien. ¿Por qué no va a ser igual para vosotros? Sin pelos en la lengua; si vuestro pene es más grande, todo son ventajas. Seréis mejores amantes, porque nos llenaréis más y estaremos deseando hacerlo y nos dolerá menos la cabeza.

Bien, querido lector. Si no ha sonreído es porque se ha quedado en shock. Ambas reacciones son comprensibles y dependen de nuestra sensibilidad para escuchar barbaridades. Vamos a analizar brevemente este pequeño monólogo que, en mi opinión, es ya un momento cumbre de las artes escénicas.

En primer lugar, la simpática señorita comienza con un alegato de resentimiento en el que razona el paralelismo entre las operaciones de estética, mayoritariamente femeninas, y el alargamiento del pene. En un principio, podría parecer hasta feminista. Algo así como: Por fin han encontrado las mujeres un instrumento de tortura masculina con el que resarcirse de todas las operaciones de pechos.

Sin embargo, cualquier feminista, o persona con un gramo de sentido común, defendería que tales operaciones no deben de orientarse a satisfacer los anhelos eróticos de nuestras parejas –que deben querernos tal y como somos-, sino a solventar posibles inseguridades psicológicas. Y esto siempre que sólo la cirugía sea capaz de resolverlas, pues hay muchos más cauces para aceptarse y convivir con nuestras particularidades.

Pero la simpática señorita no podía quedarse en esta especie de resentimiento de feminismo mal entendido. No, ella tenía que poner la guinda. Resulta que una mujer necesita un pene gigantesco que “la llene” y le quite el dolor de cabeza. Según esto un pene enorme es la panacea para cualquier fémina. Aunque diga lo contrario.

Sí, querido lector, si a su pareja le duele la cabeza, es que tiene un pene ridículo. Y usted, querida lectora, si además de dolerle la cabeza se siente vacía, no se tome un cola cao y una aspirina. Hágame caso, cambie de pareja.

Che, qué cosas.

8 comentarios:

  1. "¿Y a todo el mundo le parece bien?" Seguro que en las antípodas les parece genial y no dejan de hablar de ello jaj

    "sin pelos en la lengua" mejor no lo comento porque sería soez jaajajajaj

    "Nos llenaréis más"... Y yo me pregunto ¿a lo ancho también? jajajaj

    Operaciones de pecho y morros para solventar inseguridades psicológicas... Para sentirse bien con ellas mismas, ya seguro, y yo me lo creo. Si algún día se llevan los labios finos y pequeños y poco pecho para solventar esas inseguridades personales (nada que ver los hombres, ni la competencia femenina para ligar) todas se operarán para reducir esas voluminosidades, qué no.

    Por cierto, ¿se venden mucho esos torturadores de pene? Llámala y pregunta que me muero de la inquietud jajaja

    Crisss

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  2. Grande, muy grande!! :P Vas a mejor por momentos!

    Besitos y bona nit!

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  3. Muchisimas gracias a las dos por leerme. Me alegro de que os haya gustado.

    Besos.

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  4. Para los curiosos: http://www.youtube.com/watch?v=d3F1fH8q_BY

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  5. El monólogo de la tía es super bueno, le pone mucho dramatismo. Pero creo que el chulito de gimnasio, que dice estar muy bien dotado, es genial! La frase "mi pareja sí que está disfrutando de mi aumento de pene" también tiene su punto...

    Bona nit!!

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  6. yeeeee, yo conozco al tio de la cama, jajajajajaja, que pequeño es el mundo de los alargadores del pene, jjajajajaja

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  7. Muchas gracias por leerme y me alegro de que disfrutéis del video, Chechu y Anónimo. ;)

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  8. Sabes de sobra quién soy.

    Anónimo.

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