Una noche envolvente, oscura, densa me rodea dinámica. Fluye por mis cuatro puntos cardinales, abraza mis brazos y me besa la cara sin detenerse ni un segundo, como si estuviera hecha de tiempo. Me tiemblan las rodillas, inquietas en las piernas que apenas me sostienen. Tengo todo el mundo por delante, enorme, vasto. Lo siento, pero no lo veo. Sólo negro.
Por alguna extraña razón sé que debería moverme. Y la velocidad de la noche me dice que lo hago, aunque sé que no. Que falla algo, que todo es estático y permanente, aunque me vaya deshaciendo sin deshacerme. Me miro los dedos. Tengo las manos muertas y no llego a verme los pies, del vacío oscuro. La noche que casi me atraviesa se lleva los pigmentos de color que tiñen mis dedos y los veo irse, dejando una estela corpórea en este alrededor pasajero que no es aire.
Trato de explorar, de ver. Pero decido esperar y pienso. Pienso en ti, en ti y luego en ti. Y todas son Ella. Y me dueles de una forma física mientras la brisa me decolora. Pero ahora está claro, no es brisa. Es una corriente. Una corriente de agua. Lo noto porque no respiro y porque me pesan los pulmones. No sé si moverme, no sé si puedo. Extiendo los brazos y me crucifico sin cruz, quedando blanco en el espacio acuático. Noto la corriente, constante, permanente pero incesante, desdibujando mis contornos. Sigo dejando esa estela de color y la veo alejarse sin mirar atrás. Me quedo poco a poco en blanco y negro.
Por fin, advierto un cambio de luminosidad. Escucho el silencio y, aun con los brazos en cruz, miro hacia el cielo. Pero no hay cielo, porque el cielo está tapado por mi cielo. Y mi cielo es extraño. Comienza a ser violáceo y parece tener un grosor mínimo. Es un cielo con superficie y en esa superficie se abren heridas de un rojo sangrante que se cierran inmediatamente. Son como la brisa-corriente. Se acompasan entre sí, como una laceración causada a voluntad y desde dentro. Como si la sangre quisiera respirar y salirse del cuerpo. Yo ya no sé si tengo sangre.
Decido bajar un brazo y veo que tengo una uña enorme en mi mano blanca. La acerco a mi otra muñeca y la hundo en mi carne. Corta como un cuchillo malo, me desgarra y libera la sangre. Sí, todavía tengo sangre. Y es roja entre tanto blanco y entre tanto negro. La veo huir con la corriente y ascender hacía el cielo herido. Es como el humo de un cigarrillo que se desangra. Sonrío mientras escuchó cómo se mueve el suelo.
Entonces decido moverme. Ya hay más luz y me puedo ver los pies desnudos. Pisan un suelo de madera. Hay una barandilla delante de mí. Me sujeto a ella mientras la nube de sangre se disuelve a mi alrededor. La luz se intensifica y comprendo lo que es el cielo. Es la primera vez que lo veo así. Porque ese cielo había sido mi suelo muchas veces. Lo había surcado con brisas en mis brazos, brisas que no eran corrientes y que no se llevaban mi sangre ni mi color.
Estoy en la proa del barco. Es un barco enorme y terrible. Tan terrible como cualquier barco hundido. Siento como el mar respira a mi alrededor y toma aliento mientras el sol lo atraviesa con espadas de luz que irisan la sangre que me envuelve. Camino por la cubierta e imagino mi cadáver flotando, tan blanco como yo, tan absurdamente flotando en mi camarote. Las sillas no flotan, los muebles están clavados al suelo. Y el agua es trasparente, casi parece aire. Abandono el cielo con olas, que ya no son rojas sino blancas y me interno en los pasillos, hasta llegar a mi camarote.
Ahí estoy. Tal y como imaginaba. Blanco, hinchado. Absurdo. Flotando en una habitación donde todo permanece pegado al suelo. Parezco un globo con los ojos cristalizados. Me miro fijamente y veo la herida de mi muñeca. Igual que la mía, pero sin sangre. Es una herida irregular, irreal. Y me enfado, porque no sé qué fue antes. No sé si me mate antes de hundirme o me hundí sin darme cuenta de que me mataba.
Por alguna extraña razón sé que debería moverme. Y la velocidad de la noche me dice que lo hago, aunque sé que no. Que falla algo, que todo es estático y permanente, aunque me vaya deshaciendo sin deshacerme. Me miro los dedos. Tengo las manos muertas y no llego a verme los pies, del vacío oscuro. La noche que casi me atraviesa se lleva los pigmentos de color que tiñen mis dedos y los veo irse, dejando una estela corpórea en este alrededor pasajero que no es aire.
Trato de explorar, de ver. Pero decido esperar y pienso. Pienso en ti, en ti y luego en ti. Y todas son Ella. Y me dueles de una forma física mientras la brisa me decolora. Pero ahora está claro, no es brisa. Es una corriente. Una corriente de agua. Lo noto porque no respiro y porque me pesan los pulmones. No sé si moverme, no sé si puedo. Extiendo los brazos y me crucifico sin cruz, quedando blanco en el espacio acuático. Noto la corriente, constante, permanente pero incesante, desdibujando mis contornos. Sigo dejando esa estela de color y la veo alejarse sin mirar atrás. Me quedo poco a poco en blanco y negro.
Por fin, advierto un cambio de luminosidad. Escucho el silencio y, aun con los brazos en cruz, miro hacia el cielo. Pero no hay cielo, porque el cielo está tapado por mi cielo. Y mi cielo es extraño. Comienza a ser violáceo y parece tener un grosor mínimo. Es un cielo con superficie y en esa superficie se abren heridas de un rojo sangrante que se cierran inmediatamente. Son como la brisa-corriente. Se acompasan entre sí, como una laceración causada a voluntad y desde dentro. Como si la sangre quisiera respirar y salirse del cuerpo. Yo ya no sé si tengo sangre.
Decido bajar un brazo y veo que tengo una uña enorme en mi mano blanca. La acerco a mi otra muñeca y la hundo en mi carne. Corta como un cuchillo malo, me desgarra y libera la sangre. Sí, todavía tengo sangre. Y es roja entre tanto blanco y entre tanto negro. La veo huir con la corriente y ascender hacía el cielo herido. Es como el humo de un cigarrillo que se desangra. Sonrío mientras escuchó cómo se mueve el suelo.
Entonces decido moverme. Ya hay más luz y me puedo ver los pies desnudos. Pisan un suelo de madera. Hay una barandilla delante de mí. Me sujeto a ella mientras la nube de sangre se disuelve a mi alrededor. La luz se intensifica y comprendo lo que es el cielo. Es la primera vez que lo veo así. Porque ese cielo había sido mi suelo muchas veces. Lo había surcado con brisas en mis brazos, brisas que no eran corrientes y que no se llevaban mi sangre ni mi color.
Estoy en la proa del barco. Es un barco enorme y terrible. Tan terrible como cualquier barco hundido. Siento como el mar respira a mi alrededor y toma aliento mientras el sol lo atraviesa con espadas de luz que irisan la sangre que me envuelve. Camino por la cubierta e imagino mi cadáver flotando, tan blanco como yo, tan absurdamente flotando en mi camarote. Las sillas no flotan, los muebles están clavados al suelo. Y el agua es trasparente, casi parece aire. Abandono el cielo con olas, que ya no son rojas sino blancas y me interno en los pasillos, hasta llegar a mi camarote.
Ahí estoy. Tal y como imaginaba. Blanco, hinchado. Absurdo. Flotando en una habitación donde todo permanece pegado al suelo. Parezco un globo con los ojos cristalizados. Me miro fijamente y veo la herida de mi muñeca. Igual que la mía, pero sin sangre. Es una herida irregular, irreal. Y me enfado, porque no sé qué fue antes. No sé si me mate antes de hundirme o me hundí sin darme cuenta de que me mataba.
me maté antes de hundirme.
ResponderEliminares de tu novela??
quitndo el momento barco, me he llegado a reflejar...
Mientras lo leía veía en super8 las imágenes rollo mezcla de sin city y glow
Crissss
Joder, qué fuerte.
ResponderEliminar...tengo miedo....a ver kien coño se va a la cama sola ahora....mamon!
ResponderEliminarJejeje... que no es para tanto. Supongo que sólo Cris podía sentirse identificada con un muerto en descomposición. Me gusta lo que dices del super8. Quería que fuese muy visual.
ResponderEliminarVioleta, es tétrico, pero hay agua, barquitos. Lo que viene siendo una agradable escena náutica.
Ichi. Si no paras de leer cosas de vampirillos amorosos. Este sólo es un pobre hombre que ha atracado mal el barco.
Besos a las tres.
ni veo muertos en descomposición ni barcos mal atracados jajajajaja tengo que pedir cita al psicoanalista jiji
ResponderEliminarCrissssssssss