miércoles, 28 de julio de 2010

Realidad abarcable (un párrafo).

Él es uno que intenta captar todo cuanto tiene en mente, todo cuanto le rodea. Hasta el punto de no saber si lo que tiene en mente es lo que le rodea, si vive ajeno a la realidad del común de los mortales. Él es un mortal nada común, que flota en el aire y respira el agua del mar de las puestas sosegadas de un sol cansado. Nunca ceja en su empeño de atraparlo todo. Hasta le parece ver las diminutas partículas de agua que forman la bruma y desenfocan el paisaje marino. Quiere tener la pupila más pequeña que un átomo para internarse entre el vapor y dar contraste a los contornos ondulantes de las superficies ardientes. Él no quiere necesariamente adjetivos, pero los adjetivos lo llaman. Porque son los propios objetos los que recurren a él reclamando su particularidad, su originalidad; su cualidad de únicos. Y en parte lo hacen porque saben de sobra que a él tampoco le gusta generalizar, porque odiaría entrar dentro de una categoría ordinaria, por eso “Él” es Él y no otro cualquiera. No duda en ponerse una gran mayúscula por montera a mitad de frase para demostrarlo, para vestirse dentro de su texto y seguir bailando con las letras, que forman objetos y que pueden ser más grandes que su pupila. Sólo de esta manera puede afinar los contornos de lo indefinido –aunque eso no pueda ser, sí se puede escribir-. Él piensa en las letras como piensa en el vapor del aire porque él mira con los ojos llenos de palabras. De repente se siente sólo e intenta alejar todos los sonidos de sus oídos. Lo consigue. Luego se concentra en la maraña de letras que le impide ver el mundo y se vale de ellas para construirlo. Puede hacerlo, conoce cómo funcionan y sabe manejarlas. En cuestión de segundos, sin ningún esfuerzo, es capaz de dibujar con ellas la silueta de las cosas que ve. Así consigue dibujar con trazos formados por letras cada objeto distinto, adjetivado o no, y lo recorre con su propio nombre que también lo dibuja. Si entorna un poco los ojos, sólo ve la imagen, pero si agudiza la mirada –ya libre de la maraña- puede ver cada letra que forma el nombre del objeto que, a su vez, llega a conformar al sentirlo como un simple trazo. Él llama a las letras “átomos de percepción”, porque no sabe si lo que ve es cierto, pero sabe que lo percibe y sabe de qué está conformado. Por eso sabe cómo transformar la realidad y jugar con ella. Quien conoce la ley conoce como saltársela. Sin embargo, a veces piensa que nunca encontrará la fuerza para dejar de ser Él y empezar a ser Yo. Quizás sea mejor tratar de conocer la realidad que inventar una abarcable.

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