En teoría esta semana han pasado cosas importantes. En España ha habido un debate político de primerísimo nivel; en Europa, Italia camina más en la cuerda floja que de costumbre y uno de mis humoristas preferidos, Silvio Berlusconi, empieza a dar risa de verdad. Sin embargo, ninguno de estos acontecimientos es noticia en sentido estricto. Quiero decir que todos sabíamos que sucederían y teníamos una idea más o menos acertada del cuándo y del cómo. Sabíamos que Rajoy, ese señor con pinta de comercial venido a menos, ganaría el peor debate de la historia contra el peor candidato posible. Y ninguno de los dos tiene por qué sentirse responsable; Rajoy es tan malo como siempre y Rubalcaba es peor que nunca. Pero todo tiene que ver con el contexto, porque, entre tantas letras, somos puro contexto. Al final poco importa lo que se diga si no se dice en el lugar y en el momento adecuado.
Por eso he preferido dejarme de aburridos análisis que no sorprenderían a nadie. Porque soy una persona de izquierdas y ya saben lo que voy a decir. Además, de poco sirve criticar al contrario cuando no se es capaz de defender lo propio. Y, en estas circunstancias, créanme que me supondría un esfuerzo de demagogia que no vale la pena. Prefiero tomarme un buen Whisky a su salud, porque sean de color que sean, no tendrán más razón que los del otro. Es más, posiblemente estén equivocados en casi las mismas cosas.
Así que, en vista de la situación y decidido que es mejor darse a la bebida, me ha venido a la cabeza otra noticia que no debería ser noticia y que, al contrario que las anteriores, sí ha llamado la atención del vulgo. El titular en cuestión es: “Urdangarín, acusado de apropiarse de dinero público”. Pues bien, yo sigo sin ver nada raro. Que yo sepa, la familia real se apropia de dinero público desde que existe la institución. No sé a qué viene tanto escándalo. Si hasta lo pone en la Constitución y se vota todos los años en el Congreso…
Ahora, alguno de ustedes, cualquiera que crea que un determinado apellido es motivo de distinción – o la Gracia de Dios, que diría Franco-, me podría amonestar: “No sea quisquilloso, que además este año se han bajado el sueldo casi 400.000 euros”. Y yo pensaré: “Madre mía, si a mí me bajasen el sueldo 400.000 euros tendría un serio problema”. Pero, bien mirado, si a alguien le bajan el sueldo casi medio millón de euros y sigue manteniendo el tren de vida, es que no será tan grave. Y no lo es: ojalá me bajasen el sueldo 400.000 euros y pasase a cobrar 8,5 millones al año. Si me lo permiten, es un contratiempo que podría llegar a asumir.
Pero ellos no, claro, noblesse oblige. Urdangarín pensó en la necesidad de cubrir la pérdida y llamó a un amiguete, Diego Torres, con quien dirige el Instituto Nóos. A lo mejor Diego, que no está legitimado para quedarse con el dinero de los españoles, advirtió a Iñaki: “Hombre, que somos una entidad sin ánimo de lucro”. Pero el yernísimo no atendió a razones, al fin y cabo estamos en crisis. Finalmente decidieron quedarse con 2,3 millones de euros del Gobierno Balear en concepto de asesorías. ¡Quién fuera capaz de dar consejos tan caros!
Y así termina esta reflexión peregrina sobre noticias de Perogrullo que a nadie deberían sorprender: nuestro pasado es nuestro presente y en el balonmano, como en la monarquía, uno se acostumbra a los pelotazos. Era cuestión de tiempo.
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