miércoles, 10 de agosto de 2011

De Madrid al Cielo.

Imaginen que llega a su ciudad una estrella mediática de primera fila. Es un tipo excéntrico, con extraños estilismos, gustos carísimos y, probablemente, el mayor patrimonio artístico y económico del mundo. Mueve a mucha gente, aunque no a toda la que le gustaría y no tanta como en otras épocas. Pero no hay duda; es un tipo ofensivamente rico que se cree en posesión de la verdad absoluta y actúa en consecuencia. La revista Esquire lo eligió como uno de los hombres con más estilo del planeta y sus zapatos rojos de Prada causaron sensación. En resumen, la típica megaestrella.

Ahora, si les quedan ganas, imaginen que el tipo en cuestión les importa un bledo. Incluso es posible que sientan hacia él cierta animadversión, mezcla de hastío y rechazo. Además, por culpa de su actuación, la ciudad en la que ustedes viven sufrirá continuos cortes de tráfico, cuando no el uso y el abuso de espacios públicos por parte del aludido y sus enfervorecidos fans. Porque esa es otra; miles de fanáticos ávidos de su ídolo particular inundarán las tranquilas calles estivales. Todos ellos ataviados con las camisetas y los símbolos del evento colapsarán el transporte público y sus bares y restaurantes favoritos. Asimismo, al igual que su admirado personaje, también se creen en posesión de la verdad absoluta. Algunos, los más redundantes, lo llama la Verdadera Verdad. Y lo escriben así, con mayúscula. No tienen mesura.

Pero sigamos imaginando. Imaginemos que el tipo no paga un duro a nadie. Es más, su presencia requiere escenarios de diseño en los lugares más representativos de una gran capital europea. Pero a él le sale gratis, es el Estado quien paga. Bueno, a decir verdad el Estado paga la mitad, porque el tipo tiene patrocinadores. Patrocinadores importantes, como Telefónica, Bankia o el Corte Inglés. Pero no son tontos, claro, porque los beneficios fiscales podrían llegar al 80% de su aportación. Es decir, esta gira que, no sólo les importa un bledo sino que incluso les molesta, la pagan ustedes, quieran asistir a las actuaciones o no. Eso es igual. Y, por si fuera poco, a los todos fans se les rebaja un 50% el billete de metro. A ustedes, que pagan la fiesta, no. Y si es usted turista, pero no fan del tipo, el abono que a ellos les cuesta diez euros le saldrá por cincuenta. Cosas del favor divino… Porque saben de sobra de quien hablo. No, no es Lady Gaga.

En efecto, se trata del vicario de Dios en la tierra. La única persona que no puede equivocarse, literalmente, desde 1870, cuando decidieron que era infalible. Ya quisieran muchos políticos, como también quisieran una finca privada en pleno centro de Roma, toda ella llena de obras de arte, metales preciosos y edificios patrimonio de la humanidad. Ni Berlusconi, oigan, y miren que lo ha intentado. Pues bien, se ve que la crisis no entiende de espiritualidad. Entiende de recursos sociales cancelados, de obras públicas paralizadas y de servicios deficientes. Entiende de muchas cosas, pero con la vida eterna no se juega. La crisis tampoco entiende del voto de pobreza, no ya en el Vaticano, sino en el ayuntamiento más endeudado de España.

En fin, supongo que muchas personas son conscientes de la imposibilidad de comprar una casa, al menos en esta vida, y están asegurándose una parcelita en el Cielo. Me parece lícito. Hagan méritos, señores, Ratzinger proveerá. Vaya usted a saber qué, pero proveerá.

2 comentarios:

  1. Si ya lo decía Voltaire...¿cuándo hiciste tu pacto con el diablo?? porque con articulos como este no me cabe duda, cariño...estás poseido!!

    Te quiero ;-)

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  2. Bueno, si como decía la frase de Voltaire, triunfo, adelante. Pero el pacto con el diablo fue por ti. Dios no me hacía caso.

    Un beso. Te quiero.

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