Adoro el sentido del humor. No me importa reconocer que lo valoro muy por encima del sentido común, que suele ser mucho más aburrido. Así me reconcilio con la vida, el mundo y hasta la política, porque la fecha de las elecciones generales me parece la mayor genialidad en la historia de la democracia. Me imagino a los socialistas reunidos, con Rubalcaba a la cabeza, ya ansioso por el sillón del presidente. Tal vez se sentó encima de él al entrar, obviando a su ocupante: “Perdona, José Luís, casi te aplasto, de verdad que no te había visto”.
Después del incidente, la reunión trascurrió con normalidad. Zapatero intentó hablar, pero Rubalcaba habló más fuerte. No pudieron evitar hacer algún que otro chiste con Camps, pues siempre mola recrearse en el ridículo ajeno. Y con las risas y el ambiente distendido debió surgir la idea: “¿Al final vamos a convocar elecciones anticipadas?”. “Sí, total va a dar igual…”. ¿Y en qué día caen los domingos?
Entonces a alguien se le encendió la bombillita: “Pues el 20 de noviembre cae en domingo”. Un silencio denso cubrió a los asistentes como un alud de nieve. Unos cuantos, los más cobardes, se refugiaron tras los papeles que tenían sobre la mesa sin leer nada, otros se miraron entre sí, a los más cercanos o a los más alejados. Y entre ellos empezaron a surgir ligeras sonrisas apenas perceptibles. Nadie era capaz de pronunciarse al respecto, porque nadie sabía si se trataba de una broma o de una sugerencia seria. Ni siquiera el que lo sugirió.
Se produjo un tenso conflicto entre el sentido común y el sentido del humor. Esos segundos se alargaron como horas y las sonrientes comisuras labiales empezaron a temblar por la espera. Se escuchó el aire acondicionado y luego un carraspeo. El carraspeo fue definitivo -siempre lo es- porque los demás lo vieron como una preparación para tomar la palabra y todos quisieron hablar en primer lugar. Así pues, fuera o no un carraspeo preparatorio, otro se lanzó con un comentario prudente y poco comprometedor –todavía no estaba claro-: “Podría ser interesante”. Y lo disfrazó de sentido común: “¿Cómo creéis que influiría esa fecha en los votantes?” Después ya no hubo marcha atrás.
Me gustaría pensar que ocurrió así. Aunque, bien mirado, me asusta que los compañeros del Presidente del Gobierno elijan esa fecha para perder de vista a su jefe. Es de mal gusto, pero muy divertido. Por otro lado, yo también me pregunto qué efecto tendrá la fecha sobre el resultado. A priori diría que ninguno, porque la derecha vota compulsivamente. Da igual quién esté, da igual lo que diga; los votantes del PP votan aunque el candidato sea Copito de Nieve –que en paz descanse- y esté imputado por tropecientos delitos. Eso se llama lealtad, por no decir otra cosa. En cambio, los votantes de izquierda son variopintos; unos votan, otros no, otros votan a partidos minoritarios, otros –muchos- están de resaca y los que quedan tienen verdadera conciencia política y no se sienten representados por nadie –ni por un Copito corrupto ni por otro menos simiesco y más honrado-.
Sea como fuere, mi carácter frívolo agradece la fecha: Murió Franco y, aunque me pese, morirá el socialismo el mismo día. “Hay que tener cojones”, decía un señor en la cola del supermercado. Estoy de acuerdo, aunque no sé si es valentía o imprudencia. Por lo menos no es un homenaje, más bien es cachondeo, que para eso estamos en España.
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