martes, 20 de octubre de 2009

Ser feliz sin saber cómo.

Es posible que alguna vez les haya hablado de mi gusto por la incertidumbre, pero soy así de recurrente. La mayoría de las personas basan su vida en un plan estratégico establecido de antemano con la pretensión –estúpida e inocente- de prever y solventar los problemas que se presenten. Por supuesto, el plan suele ser una idealización de la vida que es incapaz de cubrir los contratiempos que a todos se nos presentan.

Sin embargo, cada día, millones de personas se levantan con una mueca de asco en la cara, se miran al espejo con desprecio y se animan a continuar así durante el resto de su vida. ¿Por qué? Porque es “lo que hay que hacer”. Hay que aguantar los desplantes de un jefe –tan amargado como el subordinado-, mientras desempeñamos una labor que poco tiene que ver con nuestro oficio vocacional. Asimismo, también tenemos que llegar a casa para convivir con una pareja que está tan cansada de nosotros como nosotros de ella, mientras nos planteamos tener hijos para atarnos de por vida y fracasar poquito a poco, en silencio, apenas con miradas, pero profunda y definitivamente.

Y lo seguiremos haciendo. Y nos miraremos con desprecio en el espejo porque no nos terminaremos de reconocer. Porque, aunque lo sabemos, somos incapaces de asumir que nuestro plan de “vida ideal” sólo es una impostura, un trasunto grotesco de la vida que queríamos llevar. Es cierto que yo aun soy joven y es cierto que soy presa de una desorientación existencial que resulta hasta cómica –desde mi humor, un poco cínico-. También es cierto que todavía tengo un montón de realidades en potencia para explorar y que no estoy siguiendo ningún plan maestro para mi devenir. Simplemente verlo venir y adecuarlo en la medida de las posibilidades a mis deseos.

También sé que la situación se complica a medida que el plan vital avanza y va adueñándose de todas las facetas de nuestra realidad, hasta el punto de supeditar nuestras ilusiones a la correcta consecución del plan. Nos reprimimos y censuramos nuestros deseos, que son contrarios al absurdo contrato inmaterial asumido con nosotros mismos. Y, de esta manera, nos reñimos cuando miramos a otra persona como posible (y tal vez más conveniente) pareja, distinta de nuestra cárcel sentimental. También desechamos proyectos profesionales que nos ilusionan mucho más que aquellos que nos amargan y anulan, mientras ayudan al sostenimiento del maldito plan.

Hay personas que tienen el valor necesario para llegar a un punto crítico y romper con todo. Es más fácil cuando se está sólo, cuando el plan no incluye a una pareja, hijos, responsabilidades varias… Y, a los ojos de los demás, implica un fuerte componente egoísta indiferente a la valentía real de tomar semejante decisión. Tal vez, tras la reprobación se esconde el deseo de los demás de dar el mismo paso y la envidia por su falta de fuerza para acometerlo. Seguramente resulte duro quedarte en tu cárcel voluntaria al tiempo que los demás consiguen salir, dejando solo al reflejo malencarado del espejo matutino.

Tras la decisión, viene la indecisión. Las dudas, el anhelo pasajero de la seguridad pasada. Tras la decisión, viene la incertidumbre. Y viene con todas sus consecuencias, pero también con todas sus posibilidades. Viene con la ilusión de atender a nuestros deseos por encima de los convencionalismos y con la experiencia de saber qué errores no debemos cometer. Viene cargada de sinrazones y aún así con todas las razones del mundo para ser elegida.

Porque es fácil ser feliz sin saber cómo. Porque es la única manera de serlo. Porque todos los planes hechos de antemano para construir la felicidad estándar y socialmente aceptada fracasan, al igual que fracasa la sociedad. Porque la felicidad no la da un buen trabajo, una buena pareja, unas amistades convenientes y saber que hoy será igual que mañana. La felicidad la da el oficio que nos hace ser quienes somos, el amor –variado o definitivo-que apasiona, unas amistades incondicionales y, sobre todo, la incertidumbre que permite a “mañana” ser mucho mejor que “hoy”.

8 comentarios:

  1. Muy acertado... pero supongo que hay que resignarse a ese maldito plan... o escapar (aunque sea momentáneamente) para ver si de verdad ese plan es maldito o no.

    Nada es perfecto y al final hay que hacer un baremo para ver si nos compensa el plan, aunque sea rutinario, y tomar una decisión.

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  2. Si se piensa con la razón, será muy difícil que el baremo salga negativo. Aunque el corazón lo supiera mucho antes de "pros y contras".

    Un abrazoide, androide. ;)

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  3. Difícil asunto, compañero.
    Para ser sincero cada vez me miro con más desprecio en el espejo a pesar de haber escapado (hasta cierto punto) del plan en que estaba.

    como siempre, un placer

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  4. A lo mejor es el reflejo el que te mira con desprecio. Pasa de él, es mala gente... Ten en cuenta la valentía de escapar del plan y las posibilidades que han surgido gracias a ello.

    Gracias por leerme. Un abrazo.

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  5. No es de valientes escapar, es de cobardes. Lo valiente es dar la cara y afrontar los problemas.

    Aunque, igual, por pura cobardía y egoismo, a la que haces un gran favor es a la pareja de la que tan cansado estás. Igual, para ella, sí que surgen cientos de posibilidades que no veía al hacer que su vida girara en torno a quien no lo merecía.

    A pesar de ello, es un placer leerte.

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  6. Estimado, Antonio.

    Tal vez ande susceptible y vea alusiones personales en donde no las hay. Así lo espero, porque yo no sería capaz de opinar sobre lo que no sé y menos en temas tan íntimos.

    De hecho, en este artículo trato lo que conozco, pero no aludo a la vida concreta de nadie -ni siquiera a la mía-. Es más, en ningún momento expongo mi vida privada o si he dejado una pareja, un trabajo o ciertas responsabilidades.

    Dando por hecho que no soy objeto de especulaciones personales, pues nada me disgustaría más, y asumiendo el comentario anterior como una simple opinión contraria, paso a rebatirla educadamente y sin acritud.

    La valentía radica en afrontar un futuro incierto, frente a un plan de vida que amenaza con hacerte infeliz. Como no sé a qué caso concreto te refieres, supongo que sabrás si se han hecho todos los esfuerzos necesarios por las dos partes antes de dar el paso definitivo. Y eso sólo lo puedes saber si la relación que citas es tu propia relación de pareja (yo de las ajenas no opino, porque me parece una falta de respeto sólo digna de algún programa de televisión repugante).

    Así las cosas, una vez fracasados todos los intentos, viendo que se repite una rutina, incurriendo si cabe en errores mayores que sólo vician la situación y dañan a ambos, es cuando se toma la decisión. Y por supuesto que a la pareja se le hace un favor. Porque no hay nada más terrible que estar con una alguien que no sabe quererte como debería de hacerlo.

    Así pues, gracias a esta cobardía, el sujeto protagonista X puede dejar de engañarse y engañar a su pareja, al tiempo que afronta un futuro incierto, pero lleno de posibilidades. Por otro lado, la pareja se evita desperdiciar su vida con la persona equivocada y sufrir los disgustos de una relación que no la satisface.

    A veces es valiente escapar de lo seguro para afrontar lo incierto.

    Y esto sólo es una opinión personal sin ningún tipo de referencia a mi vida privada, pues entiendo que tú no te referías a ella.

    Un saludo y, por descontado, un placer tenerte de lector. Siempre es agradable cierta disensión cortés.

    Nacho.

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  7. Teniendo en cuenta que ni te conozco, ni sé nada de tu vida personal, creo que sí andas un poco susceptible. Aunque, por tu respuesta, entiendo que hay más autobiografía en esta entrada de la que te gustaría reconocer.Pero vamos, esto no deja de ser una suposición. Todo lo comentado era en abstracto, únicamente haciendo referencia a tus palabras.

    Lamento que mi comentario haya sido tan polémico. Nada más lejos de mi intención criticar una relación que desconozco.

    Un saludo y mis disculpas.

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  8. Au contraire, Antonio. Quien debe las disculpas soy yo por dudar de tu buena fé. Sinceramente lamento el malentendido y espero seguir contando contigo en sucesivos artículos. Como ya te dije, aprecio la disensión cortés.

    Un saludo.

    Nacho.

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