martes, 8 de diciembre de 2009

El desgaste del silencio.

A veces estoy escribiendo y me engaño a mí mismo. Intento que mis dedos sigan tecleando, que mis ojos vean teñirse la pantalla de garabatos con significado y sin alma. Pero acabo abandonando, me distraigo y me pongo a mirar el desgaste de las teclas y me pregunto cuánta de la superficie pulida a fuerza de golpearla ha merecido el brillo de la insistencia. Supongo que se trata de una forma muy gráfica de preguntarse si es oro todo lo que reluce.

He recuperado una costumbre de hace años que consiste en poner piezas de piano mientras escribo. Así que, mientras giro la cabeza para ver mejor el reflejo de la pantalla en las teclas más utilizadas, suena Listz y parece que no tenga sentido, parece falso, porque yo no pulso ninguna tecla. La primera vez que puse la música lo hice sin pensar, pero al poco de comenzar me di cuenta de lo cinematográfico de la imagen. Mis dedos tocando letras que parecen encerrarse en la pantalla y sin embargo se tornan notas libres en el aire.

Por eso ahora parece que falla algo. En realidad esa música no tiene nada que ver conmigo, pero, al parar yo, la encuentro absurda. Quizá porque mientras escribo me olvido de que suena y la asocio sin remedio a mis pulsaciones –teclas y latidos-. Quizá porque en mi papel de pianista frustrado, mientras escribo, estoy interpretando la música y traduciéndola de alguna manera sobre este folio falso que brilla anulando el resto de la habitación.

Al mirar el increíble desgaste de la barra espaciadora en relación al alfabeto, pienso que he callado más de lo que he dicho. El espacio siempre es silencioso, excepto por esta absurda música que nadie toca. Cuántas veces habré presionado el espacio para erosionarlo de esta manera. Es cierto que la a, la ese, la e, la erre, la e, la ce y la o también han hablado mucho. Pero parece que el silencio ha tenido mucho más protagonismo.

Entonces pienso en cuántas palabras pueden contener esas letras y son muchísimas. De hecho, prácticamente todas, por eso están desgastadas, claro. Pero nada que ver con el espacio, nada que ver con el silencio. Hay una expresión que me gusta mucho: “leer entre líneas”, pero yo tengo la sensación de haber escrito entre palabras; por cada palabra que separaba de otra había una pulsación vana, sin protagonismo, que, no obstante, daba sentido a todo. Sin el espacio, sin el silencio, no sería posible entender nada.

En la música absurda que sigue sonando mientras yo no la toco –tocar lo inmaterial-, también hay silencios. Y son fortísimos, expresivos, inquietantes, sobrecogedores. Ustedes suelen leerme en silencio, no creo que nadie se ponga a recitar en voz alta mis textos, y por ello no se percatan del espacio. Del pequeño espacio que separa y al mismo tiempo une cada palabra, hasta el enorme silencio que sigue a la última palabra, tras la que no hay más sonido.

Pienso en la cantidad de silencio que he amartillado en cada escrito, en la cantidad de cosas que he callado entre líneas y que he dicho entre palabras y me viene a la cabeza la vida real, que a veces confundo con la ficción. Y pienso lo mucho que he vivido entre líneas, las miradas sin palabras y los ojos llenos de ellas. Los labios diciendo lo que no piensan, cosas sin alma y con significado como las que yo odio escribir. Los besos que hablan sin dejar hablar y los suspiros que cortan la respiración.

Y me veo diciéndote todo lo que te dije. Y mirando las palabras que nadan en tus ojos y que no me dices, ni nunca me dirás. Entonces inclino la cabeza, y veo el desgaste de tus labios. Como se tornan lisos y brillantes en la parte donde se tocan cuando sellan la boca. Y siento que todos estamos desgastados por el silencio, de tanto usarlo. Que, de tan callado, apenas lo sentimos mientras vacía nuestra vida de significado y lo encierra en nuestros sueños. Que siempre serán sueños si no conseguimos que esta música deje de parecernos absurda y sintamos que parte de nosotros. En los pentagramas hay más notas junto a las líneas que sobre ellas. Y suenan como no dejamos que suenen nuestras palabras.

4 comentarios:

  1. Este texto me ha gustado muchooooooo, cada día mejor, aunque siempre escribas rollo viejuno pesimista jaja
    cuántas palabras pueden contener esas letras?85.000 en el diccionario normativo de la Academia de 1992 y unas 400.000 si se incluyen palabras técnicas, jerga... Y esto sólo en castellano jej
    Crisssss

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  2. Gracias, es de mis textos preferidos en el blog, pero no parece haber tenido mucha acogida... En fin, me alegra que te guste. Y eres toda una estadista o una freaky.

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