martes, 2 de marzo de 2010

Simple acontecer.

Muchas veces, para eludir responsabilidades, dejamos las cosas “en manos del destino”. Esto viene de nuestra costumbre –tan española- de echar balones fuera. “No, yo no fui, estaba bebido/drogado/enamorado”. “No tenía conocimiento de ese asunto, me enteré por la prensa”. “Verá usted, eso no depende de mí, es cosa de mis superiores/subordinados”. Y mi preferida: “No he podido hacer nada, soy un juguete en manos del destino”.

Así pues, suponiendo que en realidad todos somos juguetes en manos del destino; pobres marionetas desorientadas que ven subir y bajar sus extremidades sin control, ¿qué margen de acción nos queda? ¿Hasta qué punto somos dependientes de un ente indeterminado y determinante por naturaleza? La respuesta es harto sencilla –somos unos cínicos- y el citado margen es directamente proporcional al éxito del plan. Como plan podemos entender un proyecto determinado, una estrategia de conquista amorosa, o la propia vida entera, si nos ponemos tremendistas.

A menor éxito, menor margen de acción. Es más sano pensar: “No, yo no pude hacer nada, estaba escrito” que: “No puse suficiente empeño, no soy capaz de hacerlo, está fuera de mis posibilidades”. Porque de eso va el asunto, de posibilidades. Eso es el destino en realidad, puro azar, por fortuna. Nada está escrito en ningún sitio, nosotros vamos escribiendo con esfuerzo, latidos, respiraciones, sin lápiz ni bolígrafo. De nosotros depende aprovechar las posibilidades, sobre todo cuando la estadística no se pone de nuestro lado.

Entonces, en lugar de pensar en el destino, debemos de pensar en el azar y jugar nuestras cartas con inteligencia. Desconocemos los condicionantes ajenos que determinan nuestra suerte, pero conocemos nuestros condicionantes y podemos hacerlos influir en ella. Porque sí, existe la suerte, al igual que existe el azar, pero nosotros también somos variables del sistema.

Y desde ese punto de vista tenemos que enfrentarnos al presunto destino. No hay nada escrito, pero sí se pueden adelantar las jugadas. Sí se puede propiciar la suerte. Hace un par de años, sorprendí a una amiga leyendo una libro titulado La magia del poder psicotrónico. Tras aconsejarle tratamiento psicológico y alertarla acerca de los múltiples peligros de las sectas, le dejé que me explicase sucintamente el fundamento del panfleto en cuestión.

Ella, profundamente convencida, me habló de la necesidad de visualizar los objetivos, de asumirlos antes de conseguirlos. Yo le contesté que asumir objetivos antes de conseguirlos podía conducir a un descalabro de magnas proporciones si se daba la opción del fracaso. Ante esto, ella, aun cargada de razón e imbuida del espíritu chamanesco del extraño libro, contestó: “Pues entonces visualizas cómo serás capaz de salir de fracaso”. A esas alturas era ya un caso perdido.

No negaré que una actitud positiva puede favorecer mucho las cosas. Pero no por mor de ningún poder psicotrónico, sino por la propia confianza en la manera de llevar a cabo las acciones. Huelga decir –pero lo digo- que no se actúa igual bajo la amenaza de un fracaso que pisando firmemente un camino de seguridad e ilusión. La forma de afrontar los retos, la disposición, el esfuerzo y las ganas son determinantes en eso que llaman destino. Son la forma de hacer un borrador para luego escribirlo a base de realidad. Sin embargo no se puede previsualizar confiando ciegamente en nuestra suerte, sino que debemos administrarla; jugar nuestras bazas. Tenemos que ser capaces de soñar con lo imposible, pero sin olvidar que son sueños que quedan fuera de nuestro margen de acción.

Y ahí es donde está la magia de lo indeterminado. Lo que queda fuera de nuestras posibilidades lo hará posible el azar. Nada de destino escrito, nada de determinaciones. Pura casualidad capaz de hacer realidad los sueños. Y entonces, fieles a nuestro cinismo, cuando consigamos un imposible, nos olvidaremos de destinos, azares y piruetas psicotrónicas. Porque en ese momento no dudaremos en atribuirnos todo el mérito de lo que simplemente es acontencer.

2 comentarios:

  1. Nada es por casualidad. Yo soy más de Esquilo:
    "lo que deba ser, será".
    Pero, buena reflexión sobre las cartas del azar que quieres barajar a tu voluntad.
    Crisssss

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  2. Gracias, Cris. En realidad soy un desastre con las cartas.

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