miércoles, 11 de agosto de 2010

Violencia de género.

Hace ya tres años, los azares de la vida me llevaron hasta un mitin del Partido Socialista en Alicante. Yo era joven e inexperto, algo inocente y hasta cándido en algunos sentidos, así que me lancé de lleno al gran circo de la política. Llegaba, no obstante, con firmes sospechas –luego confirmadas- de que el acto en cuestión tendría mucho de sectarismo y otro tanto de colegueo fingido. Sin embargo, dada mi condición de persona llena de prejuicios consciente de ello, decidí darles un voto de confianza.

No negaré mi afinidad al lado izquierdo de la política. Tampoco negaré que aquello tenía poco que ver con mis convicciones políticas. Sin tratar de esconderlo, reconoceré que la intervención de María Teresa Fernández de la Vega me resultó interesante hasta el punto de preferirla cien mil veces como presidenta al propio Zapatero. Pero ya había en ella algo que me chirriaba: “Compañeros y compañeras; alicantinos y alicantinas, ciudadanos y ciudadanas…” Cuando empezó a hablar Leire Pajín, quise ahorcarme con los cordones de mis zapatos.

Aquello no se podía soportar. Y es que resulta que alguien, en algún momento entendió que el feminismo consistía en eliminar el uso del genérico en Castellano. Se ve que lo veían machista, discriminatorio o vaya usted a saber qué. No negaré que el idioma, al igual que la sociedad, encierra en sus usos más arraigados costumbres que arrastramos de un pasado tremendamente machista. Por ejemplo, si hablamos de un hombre alegre es sinónimo de extrovertido y sociable –vamos, un tipo simpático-, pero decirlo de una mujer... O que algo estupendo –en según qué ambientes de los que les recomiendo alejarse- sea la polla, mientras que algo pesado o desagradable sea un coñazo. Pero me niego a dejar de usar el genérico por motivos de feminismo mal entendido.

Aunque no se lo puedan creer, en mi grupo de amigos también hay mujeres y entre mis compañeros de universidad se cuentan con mayoría los del género femenino. No veo dónde está el problema que hace hablar el doble a aquellos políticos. Ciudadanos somos todos, también las mujeres. Y alguno de aquellos me dirá que por qué es masculino. Yo le responderé que es genérico y que engloba a los dos sexos. Como seguramente mi interlocutor no tenga ni idea de lo que significa genérico –si no lo utilizaría, para beneficio de su oratoria-, le preguntaré por qué en su igualitario modelo nombra primero a los compañeros que a las compañeras. Quizá se muera de miedo ante la posibilidad de haber estado ejerciendo un comportamiento presuntamente machista y cambie el orden, anteponiendo el femenino de ahora en adelante, lo que no deja de ser una estupidez a la altura de mis expectativas.

Este asunto se complica y viene de antes si hablamos de profesiones. Parece ser que algunos feministas, más preocupados en el lenguaje que en los problemas de base, no quieren ser arquitectos, médicos o jueces. Sienten la imperiosa necesidad de poner una “a” al final para liberarse del yugo machista. Verán claramente el disparate cuando yo me niegue a ser periodista, porque quiero ser periodisto. Por no hablar de policíos, callistos… Tampoco querré ser altruista, pudiendo ser altruisto. Y desde luego jamás volveré a ser una persona cuando me convierta en un persono.

Dejemos en paz al idioma, que no tiene la culpa. No lo utilicemos como cortina de humo de un feminismo estéril y mal entendido que daña la imagen del feminismo real. Seguramente, a estas alturas, muchos andarán indignados con el título del artículo. Está de moda indignarse por tonterías. Seguramente, también, sean esos mismos los que no saben que el género es una categoría morfológica de las palabras, no una cualidad física de las personas. Las palabras tienen género, las personas sexo. Por lo tanto puede haber violencia machista, sexista o doméstica, pero la violencia de género debería ser –y ojalá sólo lo fuera- el maltrato que muchos infligen a nuestra atormentada lengua castellana.

5 comentarios:

  1. Nacho, de acuerdo contigo en muchas de las cuestiones que planteas en tu comentario; pero la lengua, como otros muchos aspectos humanos es susceptible de posturas activas ante intenciones de cambios sociales justos. Una palabra en masculino plural no siempre es genérica, máxime cuando la tradición la ha teñido de un protagonismo masculino imperante durante mucho tiempo, igualmente cuando quizá en la frase que se usa no queda claro el contexto o la realidad aludida.
    Dicho esto sí estoy de acuerdo de que muchos aspectos del " feminismo" bandera política de mucha gente está haciendo bastante daño en muchos aspectos cuando centra la atención en las cuestiones menos importantes y más fáciles.

    ResponderEliminar
  2. Totalmente de acuerdo en TODO (creo que me he sentido muy identificado con lo de Leire Pajín).

    Un abrazo, no dejes de escribir

    ResponderEliminar
  3. Estimado anónimo. Gracias ante todo por dejar aquí tu opinión. Quizá tengas razón en que, en algunas situaciones, el plural masculino no es genérico. Por ejemplo, cuando en el grupo referido no hay ninguna mujer... Bromas aparte, y ateniéndome a las normas gramaticales de la RAE, seguiré usándolo con corrección y sin ánimo de ofender a nadie, a no ser que alguien quiera ofenderse por su cuenta -en cuyo caso, hurgaré en la herida-. Saludos.

    Estimado Álvaro. Muchas gracias por leerme y comentar. Seguiré escribiendo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Como siempre me encanta tu párrafo final. La gente es de un susceptible e irascible... ME INDIGNAN JAJA
    Crisss

    ResponderEliminar
  5. Cris, como siempre, me encantan tus comentarios. Haces bien en indignarte, es el pasatiempo nacional y últimamente está también de moda ser patriota -excepto para huelguistas del sector transporte-. Saludetes.

    ResponderEliminar