miércoles, 6 de abril de 2011

Libia demodé.

Poco a poco se va apagando el tema libio. Si me permiten el cinismo, empieza a estar demodé. No encuentro otro motivo, porque el conflicto sigue más vivo que nunca. El tira y afloja es la norma en los frentes y, lo que antes avanzaban unos, ahora lo ganan otros. No obstante, las explosiones cada vez hacen menos ruido. ¿Por qué? Pues bien, se me ocurren varias razones.

En primer lugar, se trata de una guerra, que ya de por sí tienen mala prensa –ellas sabrán por qué-. Y, además, es una guerra en la que hemos entrado unos cuantos países europeos a los que nos viene bien una buena cortina de humo. Esta cortina es estupenda para arropar a la crisis y dejarla dormida durante unos días. Sí, digo días, porque, cuando el tema se alarga, también se alarga el número de víctimas, lo que no termina de quedar bien en una presunta misión de liberación democrática.

Resulta que a Occidente le entra el prurito democratizador sólo si hay petróleo de por medio y encuentran una forma de comprarlo más barato. En Irak la cosa fue distinta: para justificar una acción internacional, primero hubo que inventarse una mentira bien gorda y con un buen nombre, léase “armas de destrucción masiva” –el término acojona, no se lo voy a negar-. Sin embargo, en esta ocasión no hay excusa, más allá de lo buena gente que somos y de lo mucho que nos solidarizamos con los revolucionarios.

Lo que no nos cuentan es que el gobierno revolucionario prometió suministrar petróleo con menos trabas de las que ponía Gadafi. Para ello, obviamente, necesitaba la ayuda de los interesados, los mismos interesados que antes de la revuelta se hacían fotos con el dictador y encajaban con arte las “bromitas” y los desatinos del coronel. Entonces no importaba, era parte del precio.

A estas alturas, sólo se podría pedir un poco de respeto a nuestra inteligencia. Pero tampoco mucho, porque no puedo entender las manifestaciones contra la guerra de Irak sin manifestaciones contra la guerra de Libia. Ahora resulta que este conflicto armado es progre –toma ya- y nadie se manifiesta. Y eso que el objetivo es el mismo; quitar a un dictador incómodo para poner un gobierno títere del que obtener más beneficios. Todo ello disfrazado de caridad democrática del primer mundo. Un asco, vaya.

Y, por si fuera poco, los rebeldes se quejan. Que si no se bombardea lo suficiente, que si Gadafi recupera terreno, que sí está atacando las explotaciones petrolíferas… Parece que nuestros líderes no entienden que Gadafi tiene partidarios entre los civiles y al ejército de su parte. Quizás tampoco entiendan la diferencia entre meter el brazo hasta el codo en oro negro y meter la pata hasta la rodilla en mitad del desierto. Aunque, si eso llega a ocurrir, ya nos habremos largado. Dejaremos el país sumido en el caos y continuaremos con nuestra misión de evangelización democrática en otra parte.

Porque no hemos abandonado nuestro papel, seguimos teniendo complejo de metrópolis. Si por nosotros fuera, viviríamos en la época de las colonias. De hecho, parece que no tuvimos bastante con dejar un mapa trazado con tiralíneas, con mezclar en el mismo país a tribus que llevan siglos matándose entre sí y con agotar los recursos naturales. Nos fuimos sin dejar nada y promovimos gobiernos favorables a los intereses de las respectivas metrópolis. No hay más que mirar lo que fue nuestra Guinea, la Libia italiana o la Costa de Marfil francesa.

Precisamente este último país ha recogido el testigo informativo de Libia. Allí las fuerzas militares internacionales son fuerzas de paz, no bombardean en favor de ningún bando. Será que hay menos beneficios en juego, por eso la democracia de unos importa menos que la de otros. Será que la importancia se traduce en dinero y los ideales son más brillantes si reciben un baño de oro –sea del color que sea-.

2 comentarios:

  1. Maldita realidad, que hasta el etereo y desconectado Nacho ha cambiado su modo off.

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  2. Volveré a ser etéreo, Chechu. En seguida se me pasa la conciencia social, ya me conoces. Y, si no, dame un gin-tonic.

    Un abrazo. (Me alegra mucho leerte).

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