miércoles, 1 de diciembre de 2010

Clandestinidad informativa.

Con todo esto de Wikileaks, se me ocurren varias cosas. La primera es que antes, siempre que había crisis, se hablaba de ovnis. Ahora se habla de filtraciones. No es que yo tenga nada en contra de las filtraciones -periodistas, albañiles y fontaneros viven de ellas-, es sólo que los ovnis son más pintorescos y sirven para lo mismo; distraer. De hecho distraen y entretienen sin necesidad de entrar en temas escabrosos y dañinos para la imagen de tal o cual gobierno, si es que es posible dañarla aun más.

Por todo ello, y frivolidades aparte, no puedo evitar preguntarme hasta qué punto no es todo una cortina de humo. Tal vez me haya levantado especialmente cospiranoico, pero no me parece descabellado. Los revuelos informativos vienen bien para tapar otros revuelos anteriores. Si bien es cierto que los nuevos afectan en mayor o menor grado la estabilidad política, de momento no entrañan un riesgo económico grave. Por consiguiente, es lícito preguntarse hasta qué punto gobiernan los políticos y no las empresas que los apoyan. Es posible que les merezca la pena perder alguna cabeza con tal de mantener la cuota de influencia empresarial dentro del gobierno. Qué hablen de lo que quieran, mientras no sea de algo que haga bajar mis acciones.

Otra de las cosas que se me ocurren es si se puede considerar periodismo a esta corriente informativa clandestina. Bien, supongo que yo, habiendo estudiado periodismo, debería decir que no, que no se puede considerar como tal, pero también debería añadir el apellido institucional. Es decir, no podemos hablar de periodismo entendido como una institución más del Estado de Derecho por varios motivos: la información no se obtiene de una forma lícita en la mayoría de los casos, no hay manera de contrastar la información, las fuentes son dudosas, (presuntamente) se carece de línea editorial y, por tanto, de intereses políticos y económicos.

Algunas de las anteriores razones, sobre todo las primeras, pueden devaluar la información que Wikileaks nos ofrece. Sin embargo, la última de ellas resulta interesante, a la par que romántica e ideal. Pero hay un problema, que no me lo creo. Porque nada está exento de intereses. Porque en éste nuevo periodismo nadie responde de los contenidos, nadie tiene que demostrar nada. No sólo se dan por buenos hechos que pueden hacer caer gobiernos, sino que además parecen difundirse de forma desinteresada y por el bien común.

No niego la veracidad de lo dicho. No puedo demostrar que sean falsos ni verdaderos. No voy a entrar a juzgar nada porque lo dicho es demasiado grave. Es sólo que no puedo evitar fiarme más de los medios tradicionales, porque aun creo en la existencia de periodistas de vocación, con afán por descubrir la verdad –aunque sólo sea por ansia de protagonismo-. En sus jefes creo menos, pero sé que habrían deseado publicar muchas de las filtraciones, no por altruismo, sino por línea editorial e intereses político-económicos. En este caso no me importan sus motivos, porque serían responsables de lo publicado y, por tanto, se cuidarían mucho de contrastarlo –a no ser que hablemos de El Mundo-.

A todo lo anterior se suma la orden de detención del fundador de Wikileaks por delitos sexuales. Por supuesto, él dice que es sólo una excusa para amordazarlo, así que amenaza con publicar nuevas informaciones que conseguirán hacer temblar a países como Rusia. Ese es el comportamiento que lo desacredita, supongo: el hecho de guardarse las espaldas con los secretos que, según su propia filosofía, deberían ser de dominio público. Es curioso que un periodista sea más valioso por lo que calla que por lo que dice.

El escándalo no es que haya escándalos, sino que sean de alto secreto, que exista esa figura tan asumida por todos. El escándalo, en el fondo, es que haya que esconderse para informar, en lugar de hacerlo desde la libre exposición y sometido al juicio de los ciudadanos. Porque, es cierto, la clandestinidad, por desgracia, puede llegar a ser necesaria. Sin embargo, una vez publicada la noticia, se corre el riesgo de confundir clandestinidad con cobardía e información con irresponsabilidad.

(Y a ver luego cómo deshacemos el malentendido).

2 comentarios:

  1. Cospiranoico "por el bien común"
    Crisss

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  2. Pero como te atreves a tirar por tu vertiente mas periodistica?
    Jajajajajajaja...

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